viernes, 26 de octubre de 2007

Muchas veces creemos que pisamos los suelos de ingratitud, repletos de actitudes poco amistosas para uno. Actividades rutinarias que día a día son señal de querer embarcarse hacia el infinito mar de la libertad, y poder establecer a nuestro modo las características esenciales de vida personal. ¿Será que hay veces en la cual nos sentimos presionados por una gran roca?...

Una vez misionando, llegué a encontrar una mujer de unos 35 años, envuelta en las más lamentables actitudes mentales, incapaz de distinguir la felicidad y el derecho a vida de su propio hijo. Sin llegar más lejos nos confesaba que sus pasos por la vida, se hacían cada vez mas pesados y dolorosos, pensando incluso optar por la muerte de su hijo y la suya. ¿Es justo?, ¿Somos nosotros quienes podemos juzgar?
Vivimos en una sociedad poco comprensible, de ineficientes actos prometedores, que sin querer, originan las consecuencias abrumadoras de vulnerabilidad mental, ya sea por causas sociales,
económicas, stress laboral o simplemente la falta esencial de la felicidad familiar. ¿Cómo solucionarlo?

Somos parte del denominado existir cambiante, aquel que nace desde el punto de anhelar hacer todo lo que tenemos al alcance, sin importar consecuencias futuras que poco a poco derrumban la motivación, producto de el mal manejo de las relaciones colectivas, o mas bien dicho la creencia de un ataque de otros hacia uno mismo.
Es este un ambiente poco agradable, que si bien lo vemos real y físicamente poseedor de uno, no es más que un simple estado mental que figura cosas que solo nosotros deseamos ver.

No hay comentarios: